
Oh, tú…
El más sabio y el más hermoso de los Ángeles,
Dios traicionado por la suerte
y privado de toda alabanza.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Príncipe del exilio, que padece injusticia,
y que, aunque vencido, te levantas mas fuerte.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú que lo sabes todo, rey de lo subterráneo,
familiar curador de la angustia humana.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú que, aun a los leprosos y a los parias malditos
despiertas, por amor, el gusto al Paraíso.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú que das al proscrito esa mirada calma
que, en torno a un patíbulo, condena a todo un pueblo.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú que sabes en que rincones de tierras envidiadas
encierra el Dios las piedras más preciadas.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú, cuya mirada conoce los profundos arsenales
donde duerme sepultado el pueblo de los metales.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú, cuya larga mano oculta los precipicios
al sonámbulo que camina errante al borde de los edificios.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú, que mágicamente, suavizas los duros huesos
del borracho empedernido pisado por los caballos.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú que, para consolar al hombre frágil que sufre,
nos enseñas a mezclar el salitre y el azufre.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tu que imprimes tu marca, oh cómplice sutil,
en la frente de Creso despiadado y vil.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Tú que pones en los ojos y en el corazón de las jóvenes
el culto de las llagas y el amor por los andrajos.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Báculo de exiliados, lámpara de inventores,
confesor de colgados y de conspiradores.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Padre adoptivo de aquellos, a quienes en su negra cólera
arrojó del paraíso terrenal el Dios Padre.
Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.
Charles Baudelaire.