lunes, 17 de enero de 2011

Atrum Regina (Cap. III)




Cada palabra que te brota juega con el viento
y me embriaga cantando tu ternura infernal
y mi espíritu llora, al verte alegre,
cual pájaro de los bosques.

Tú me mueves con agilidad,
detrás de mi tedio, de este rostro corroído.

Dichoso yo, que encuentro en tu amor,
en esos ojos luminosos y serenos,
el lenguaje divino del verde campo,
de las flores, las estrellas, las nubes,
de la brumosa existencia.

Todo parece llevarme hacia los cielos matutinos
en un libre vuelo, cuando tiendo a pensarte,
que es como dormir y soñar cosas infinitas, triunfantes.

Tus perfumes, tus cánticos y largos silbidos, son dulces colores,
como agua limpia y clara, corriente bajo un sol de primavera.

Por eso te contemplo ese rostro delicado,
en ese prolongado silencio,
aunque me hagas temblar hasta las rodillas
y termine en trocitos, culpando a tu diabólica belleza.

Yo te amo, vida mía,
cuando tú me huyes, cuando tú apareces.
Yo te amo lo mismo, vida mía.