miércoles, 22 de septiembre de 2010

Atrum Regina (Capítulo I)


Amo la oscuridad de tus bellos ojos,
Amo tu voz tenue y mágica.
Amo todo lo que hay en ti.

Oh! Dulce Reina, oh! dulce beldad,
mas si no estás, todo es gris.

Y sin embargo, aún en tu ausencia
ámame con ternura,
aun si soy un maldito ingrato,
aun si perdido me encuentre.

Sé mi madre,
sé mi hermana,
sé mi amante
La eterna dulzura del invierno,
de un sol ahogado y sepultado.

Enamorado de tus ojos ciertos
muero por vivir en un beso tuyo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Amada Mía


Escucha mi voz, que canta desde su fosa;
escucha  trepar hasta tu cuello
mi voz agria y falsa.
Malsana balada que me brota
tan cruel, como tus negros ojos.

Escucha esta canción, hecha para ti
hurga en tus manos, amada mía,
mi perfume de insomnio.
En tus labios rojos,
la dulzura martirizante de mis besos
la angustia hecha escarcha.

Siénteme, amada mía,
hoy que agonizo de auroras,
que embriagado en melancolía
deambulo incesante,
tan lejano, crápula  y fantasmal.
Irreconocible ante tus manos cariñosas.

Amada mía,
Escucha mi canto,
mi voz agria y falsa.
Malsana balada que me brota
tan cruel, como tus negros ojos.

martes, 14 de septiembre de 2010

Decadencia (Cap. Final)


Sumido en frío trance
esculpo la silueta de la miseria,
cuando afuera parece desvanecer.

Deambulo, como muerto de media noche
en tus sueños e ilusiones,
cuando arde tu cama en locura.

Los años caen en tu vida
en un frenesí de cenizas
y se pierden en tu palidez,
en tus sombras, que son insondables.

Soy un sueño fugaz…

Cierra los ojos y a soñar.



jueves, 9 de septiembre de 2010

Decadencia (Cap III)





Bajé al Infierno...

Al tercer día resucité de entre los muertos;
pero no quiero sentarme
ni a diestra ni a siniestra
de Dios Padre Todo Poderoso.

Bajé al Infierno...

Al tercer día resucité de entre los muertos;
Dios no me quiere,
ni a diestra ni a siniestra.

Condenado a tus ojos ciertos,
condenado a pronunciar tu nombre
como si fuese la oración que redime mis sueños.
Un día olvidaré mis manos inertes,
frías piedras en las noches del desierto,
para volcarme en tu nombre
y ser la parte amarga de tus huesos.

De tanto amarte, en mi nefasta conciencia,
un día bajaré al Infierno de tu mano
pero no habrá tercer día,
ni resurrección, ni otra maldita condena.

Dios me hizo un hombre libre
y confinó mi libertad
a la tibieza agobiante de tu sexo.
Dios te hizo malditamente bella.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Decadencia (Cap II)


Suena una maldita orquesta,
una magnífica sinfónica pervertida.
Suenan los acordes, suenan sin cesar;
¡Únanse a esta fiesta!
Que incita hacia una larga noche.

La alegría explota con los violines,
malsanas flautas me estremecen.
De esta locura disonante me enveneno,
de esta terrible maldición.

El gran banquete de la gente feliz,
la gran noche del jolgorio.
Tanta falsedad se me entierra en los ojos
como mil puñales de escarcha y sal.

Todos bailan, se abrazan y me repudian,
Y es que soy el reflejo de un mundo perdido.
La condena de los vagabundos
y la miseria mal vestida.

Suena la orquesta maldita
acompaña mi deseo de muerte.
Vivo en un mundo demoníaco
en un universo despreciable y repulsivo.

Lo más prudente va ser dejar mi cuerpo colgado,
balanceándose, ahora, a las puertas del Infierno.